Luz artificial nocturna: el peligro silencioso que roba tu salud y bienestar

En un mundo que nunca descansa, la luz artificial se ha convertido en una presencia constante, iluminando calles, hogares y, a través de pantallas, nuestros rostros hasta altas horas de la noche.
Lo que muchas veces consideramos una comodidad moderna esconde efectos profundos y silenciosos sobre nuestra salud y bienestar, un impacto que la ciencia está comenzando a revelar con claridad preocupante. La exposición nocturna a la luz no solo interfiere con el sueño, sino que también se relaciona con diversos trastornos que van más allá del cansancio matutino.
El principal responsable de estos efectos es la alteración del ritmo circadiano, nuestro reloj biológico interno que regula casi todas las funciones del cuerpo en ciclos de 24 horas y que depende de la alternancia natural entre luz y oscuridad.
La luz, especialmente la de onda corta o “luz azul” emitida por dispositivos electrónicos y muchas luces LED, suprime la producción de melatonina, la hormona que nos indica cuándo dormir y que también tiene propiedades antioxidantes y anticancerígenas.
La consecuencia más inmediata es la interrupción del sueño, no solo en la dificultad para conciliarlo, sino también en la reducción de su calidad. Dormir poco o de manera fragmentada afecta la función cognitiva, aumenta la irritabilidad, reduce la productividad y eleva el riesgo de accidentes. Pero los problemas van más allá del cansancio.
Estudios recientes sugieren que la exposición continua a la luz nocturna puede alterar el metabolismo, desregular la glucosa y la insulina, y aumentar el riesgo de obesidad, diabetes tipo 2 y síndrome metabólico, ya que el cuerpo procesa alimentos y energía de forma diferente de día y de noche, y la luz artificial confunde estas señales.
La salud mental también se ve afectada: la interrupción de los ciclos naturales de luz y oscuridad influye en neurotransmisores como la serotonina, vinculándose con un mayor riesgo de depresión, ansiedad y otros trastornos del ánimo. Incluso se investiga su relación con ciertos tipos de cáncer, ya que la melatonina actúa como antioxidante y supresor tumoral, y su supresión crónica podría incrementar el riesgo de cánceres hormonodependientes como el de mama y próstata.
Las fuentes de esta luz perjudicial son variadas y omnipresentes: desde farolas externas que se filtran por las ventanas, hasta las pantallas de teléfonos, tabletas, televisores y computadoras. Incluso la iluminación interior excesivamente brillante o rica en luz azul puede ser dañina si se usa cerca de la hora de dormir. La modernidad nos ofrece comodidad, pero también una sobrecarga lumínica que nuestro cuerpo no está preparado para manejar.
Afortunadamente, existen estrategias para reducir su impacto. Atenuar las luces en casa por la noche, usar cortinas opacas, evitar pantallas al menos una hora antes de acostarse, aplicar filtros de luz azul y optar por bombillas cálidas y de baja intensidad son medidas sencillas que ayudan a proteger nuestro ritmo circadiano y, en consecuencia, nuestra salud y bienestar general.
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