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Denuncian registro abierto en la calle Cuauhtémoc

EL registro se encuentra en medio de la calle que cruza con Bravo en el sector del Mundo Nuevo generando retraso vehicular.

Denuncian registro abierto en la calle Cuauhtémoc: EL registro se encuentra en medio de la calle que cruza con Bravo en el sector del Mundo Nuevo generando retraso vehicular.
José Gaytán
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En pleno corazón de la colonia Mundo Nuevo, una situación que refleja el deterioro urbano y la falta de atención a los espacios públicos ha encendido la preocupación entre automovilistas y peatones: un registro abierto, ubicado en la intersección de la calle Cuauhtémoc y Bravo, permanece expuesto en medio del asfalto, representando un peligro constante para quienes transitan por esta zona.

Lejos de tratarse de un hecho aislado, este incidente simboliza una realidad cada vez más común en diversas áreas de la ciudad, donde las deficiencias en la infraestructura urbana se vuelven visibles solo cuando ya representan un riesgo evidente. En este caso, el registro descubierto, aunque marcado de forma improvisada con líneas amarillas como medida de advertencia, no cuenta con la señalización adecuada, ni mucho menos con una solución definitiva que garantice la seguridad vial.

La falta de mantenimiento en la vía pública no solo compromete la integridad física de quienes circulan por estas calles, sino que también afecta directamente la dinámica económica de los comercios ubicados en las inmediaciones. Restaurantes y pequeños negocios que dependen del flujo constante de vehículos y clientes ahora se ven perjudicados por un obstáculo que desalienta el tránsito y genera incomodidad entre los conductores.

Durante el día, la visibilidad del registro puede ser medianamente tolerable; sin embargo, por la noche, el panorama cambia drásticamente. Las condiciones de iluminación en el sector son deficientes, y el color de las líneas amarillas, ya desgastadas por el paso del tiempo, se confunde fácilmente con el pavimento. Esta situación incrementa la posibilidad de accidentes, desde daños materiales hasta percances que pueden poner en riesgo la vida de conductores, motociclistas o ciclistas.

Resulta preocupante que este tipo de problemas permanezcan sin solución durante días —o incluso semanas—, a pesar de encontrarse en una zona transitada y de alta visibilidad. El registro no solo obstaculiza el paso, sino que también pone en evidencia la desidia institucional ante situaciones que requieren atención inmediata. El mensaje implícito que se percibe es claro: las fallas en la infraestructura pública no son una prioridad..

Este fenómeno se suma a una larga lista de factores que van deteriorando la calidad de vida en la ciudad: baches, luminarias inservibles, banquetas intransitables, acumulación de basura, fugas de agua. Todos estos elementos reflejan no solo un rezago en infraestructura, sino también un deterioro en la gestión urbana y la planeación pública. En lugar de prevenir, se reacciona tarde; en lugar de invertir en mantenimiento, se improvisa con soluciones temporales que no atacan el problema de raíz.

La situación del registro abierto en Cuauhtémoc y Bravo es apenas un ejemplo visible de un problema sistémico. La falta de vigilancia activa sobre las condiciones de la vía pública permite que estos riesgos se acumulen sin que nadie los atienda. No se trata únicamente de incompetencia, sino de una falta de voluntad política para priorizar la seguridad ciudadana por encima de los trámites burocráticos, las justificaciones presupuestales o la indiferencia administrativa.

Además, el impacto de este tipo de descuidos se extiende más allá de lo vial. Hay una afectación económica clara para los comerciantes que dependen del flujo constante de clientes. Un solo obstáculo puede significar una disminución en las ventas, una menor afluencia de personas y, en algunos casos, incluso el cierre de negocios. Las micro y pequeñas empresas, que ya enfrentan numerosos desafíos para sobrevivir, ahora deben lidiar también con los efectos colaterales del abandono urbano.

Por otro lado, es importante señalar que la falta de acción frente a este tipo de situaciones envía un mensaje preocupante: que los ciudadanos deben acostumbrarse a convivir con el peligro. Cuando los registros abiertos, los baches profundos o los cables expuestos se vuelven parte del paisaje urbano, se normaliza una forma de vivir en la que la seguridad y la dignidad del espacio público pasan a segundo plano.

El verdadero problema no es el hueco en el pavimento, sino el vacío institucional que lo permite.

Es urgente reflexionar sobre qué tipo de ciudad se está construyendo —o dejando de construir— cuando los espacios públicos no se cuidan, cuando la infraestructura se deteriora sin consecuencias y cuando la atención a los problemas cotidianos se posterga indefinidamente. La ciudadanía merece transitar por calles seguras, funcionales y dignas, sin tener que sortear obstáculos que podrían evitarse con acciones mínimas de supervisión y mantenimiento.

No se trata de exigir milagros, sino de pedir lo básico: calles seguras, accesibles y funcionales, que respondan a las necesidades reales de quienes las usan diariamente. Mientras eso no ocurra, mientras los registros permanezcan abiertos y los problemas se sigan maquillando con pintura amarilla, se seguirá profundizando la brecha entre los ciudadanos y un modelo de ciudad que, en el discurso, promete modernidad y bienestar, pero que, en la práctica, deja mucho que desear.

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